Mi hijo mayor es un «pupas». Y no lo digo porque se queje exageradamente de todo lo que le pasa (que también, por algo es un niño de 5 años, si no se queja hoy, ¿cuándo se va a quejar? Y no vale que me digáis en cualquier otro movimiento tipo 15M) sino porque le pasa de todo. Y cuando digo de todo, es DE TODO.
Por resumir (que son 5 años, casi 6 ya de todo tipo de anécdotas, tanto sanitarias como no sanitarias): ya os expliqué en otro post lo mal que lo pasó con su Herpes Simple; a los dos añitos después de pasar la varicela tuvo un episodio de ataxia cerebelosa (no complicada, por suerte); ha sufrido en varias ocasiones de convulsiones febriles y ahora les toca el turno a los moluscos. Y no hablo de que se haya sentado en una roca junto al mar y se le haya «pegado» alguna que otra lapa al pantalón, sino de otro tipo de moluscos, ni gasterópodos ni cefalópodos, sino unos mucho más frecuentes 😉