Ayer me contaba una amiga que hace unos años acudió «a la consulta de una chica que ayudaba a adelgazar a base de zumos». Mi cara, un poema. Me intentó explicar los fundamentos de esa dieta y me dijo que uno de los zumos que utilizaba como método quemagrasa era el zumo de pomelo.
De repente, se encendió un pilotito rojo en mi cabeza, y me sentí obligada a preguntarle si la «chica» en cuestión (desconozco si es nutricionista, dietista o curandera) le había preguntado si tomaba algún tipo de medicamento. Podéis imaginar la respuesta.